Hace un año, comencé un proyecto en el que creí (e intento seguir creyendo). Comencé en mi escuela un club de estudiantes dedicado a las actividades de orientación a los estudiantes extranjeros y de intercambio cultural. En el papel, qué bello sueña. En el PowerPoint, era más bello aun. En la vida real, me desviví durante un año queriendo llevarla a ser algo más que un rótulo, a tratar de producir resultados. Lo que no cambia, sea el país en el que uno esté, es el hecho de que (la mayor parte de) las asociaciones estudiantiles, durante los estudios superiores, no ambicionan nada más que organizar y lanzar la mejor fiesta del año. Y este \ »club\ » seguía el mismo sendero a su manera, ninguna de las \ »actividades\ » que, digamos, servía a la integración de un grupo de nuevos estudiantes alcanzaba una dimensión relevante. Bien, seré muy aburrida para el resto, que no se interesa en lo mínimo en las formalidades, que no tiene objetivos a largo plazo, que no visualiza. Pues estoy muy orgullosa de ser aburrida para el resto entonces. Estoy orgullosa de haber organizado reuniones de trabajo, de haber calculado presupuestos, de haber diseñado pequeñas campañas de comunicación internas a la escuela.
Me falta carisma, quizás, y fuerza de convicción, para compartir con las personas mi visión de un club estudiantil que haga más que \ »integrar estudiantes de intercambio\ » y \ »ayudarles con los trámites\ ».
Quería que las personas al fin se dieran cuenta de que ser un ciudadano del mundo no tiene nada que ver con la película L\’Auberge Espagnol.
Que tener un semestre de puros viajes, chicas, alcohol y tonterías no te permite ver la pintura completa (aunque ves una buena parte, y muy placentera, digamos).
Que uno no necesita acumular países en un mapamundi para jactarse de ser más culto.
Que irse a un país para terminar en un grupo de extranjeros es benéfico, pero no tanto como perderse en la verdadera cultura local y terminar preguntándose su propia nacionalidad.
Que los mejores momentos no han sido fotografiados ni instagrameados.
Que el idioma es mucho más que un medio de comunicación verbal del cual uno depende para sobrevivir.
Que está bien guardar y estar orgulloso(a) de su cultura, y que es aún mejor saber apreciar la del otro.
Dan ganas de encerrarme en mi mundo de palabras, en mis códigos y conejos, y contemplo la superficialidad del mundo como si fuera un vaso de whisky, unos cuantos al año me bastan, sólo para sentirme parte de un grupo al cual no suelo ni quiero pertenecer.
Edit 08/02/2017: Pues no, no me he rendido, ¡y la prueba es que en la categoría a la cual est post pertenece hay 3 posts más!